domingo, 10 de mayo de 2009

Con los amantes de la serpentinas
en la cartelera nubes...

con su cuerpo pesado en
la tierra sintió la humedad...

...en medio de la nada vio un colibrí



juan sebastian


aldanilla

palabras aún en la mesa


otros objetos


...abstraída en un personaje

preparativos


Sofía,Juan Sebastián, Rosi


Uri, Aldana, Gus, Pilar, Sofía, Carito



Pili y Clara


“Cuando Peter Fortune tenía diez años, algunos adultos les decían a veces que era un niño difícil. Nunca comprendió lo que querían decir. Él no se consideraba en absoluto difícil. No estrellaba las botellas de leche contra el muro del jardín, ni se echaba salsa de tomate en la cabeza y fingía que sangraba, ni le golpeaba los tobillos a la abuela con la espada, aunque de vez en cuando se le ocurrieran esas ideas”.
Peter Fortune. En las nubes. Ian McEwan.



Estar en las nubes. Una cuestión necesaria

En las nubes tiene por protagonista a Peter Fortune que es un pequeño “con la cabeza en las nubes”. Vive subsumido en una suerte de mundo especial en el que proyecta y se proyectan una serie de fantasías; anhela experimentar transformaciones, cambios… como meterse en el cuerpo de un adulto o de un gato entre otras experiencias. Ingresamos en la prosa límpida de Mc Ewan a través de una historia que también nos vuelve en alguna medida- traslúcidas nuestras preguntas. El deseo de preguntar es como el deseo de cambiar y cambiarnos, y ver cómo nuestros cuerpos crecen, se ensanchan, se mezclan, intercambian lo que podemos nombrar y lo que aún permanece en silencio o vive en silencio.


“En las nubes” fue la excusa ideal para poder generar unos escritos, unas fotografías, una manera de pensar un tiempo, una conversación, los vaivenes que nos habitan.
Tener la “cabeza en las nubes” para nosotros es una expresión extraordinaria que se conecta con muchos de nuestros estados. Como una fuga. Un lapsus. La imaginación boya, los pensamientos flotan y se esparcen en el aire. Nos disgregamos en mil formas como las mil formas de las nubes en el cielo. Un ejercicio que permite mostrar las vacilaciones que nos habitan pero también la creación de imágenes nuevas, compartidas en el espacio del taller y vueltas una herramienta para enfrentar en parte la “gravedad” del mundo.
Antes de los siete capítulos que integran la novela de McEwans el narrador comenta una de las mañanas en la escuela de Peter: el momento en que los chicos tenían que realizar cuentas con números, números inmensos, números siderales que se desplegaban por el aula como una porción de cielo, un “gúgol” -maravillosa palabra que representaba ya un número mayor… algo así como diez multiplicado diez veces por diez habitando toda el aula. “Los ceros se perseguían por el espacio como si fueran burbujas” agrega. Y Peter allí quedo- sin avanzar demasiado en el cuaderno- flotando como podemos flotar nosotros por ese cielo matemático por esa alfombra de palabras y de signos que muchas veces se nos aparecen en el interior de nuestras cabecitas.
Estar en las nubes es un estado de ánimo, un interruptor a la rutina y a las exigencias cotidianas; abandonarse hacia las nubes fue para nosotros “abandonarse” hacia la literatura como una puerta de ingreso a nuevas posibilidades inventivas, a la creación y la deriva, a la madrugada, a la nada o al vacío; a los encuentros y las palabras.


En la actividad participamos Gustavo Torres, Clara Mc Carthy, Rosario Guzzo, Uriel Gómez, Aldana Evangelista, Pilar García Bossio, Sofia Maimone, Juan Sebastian Camayo, Ana Magdalena Camayo y Gabi Pesclevi. Todos integramos el taller de "Los amantes de la serpentina". En breve ingresaremos los textos y las fotos que desplegamos durante unos cuantos días de "...Estar en las nubes".